junio 27, 2009

El viaje del ermitaño

Es maravilloso verse sorprendido por una concha de caracol moviéndose, de pronto, en la arena, para después descubrir que no es una sino decenas de ellas marchando sigilosamente en la misma dirección. Son cangrejos ermitaños que desconfiados avanzan unos pasos y frenan, guardándose dentro de su casa provisional rápidamente, formados casi como un ejército, protegiéndose del "enemigo". Han pasado varios minutos y la procesión sigue, desfilan frente a mi conchas de todos tamaños, en la arena húmeda, en las raíces de las palmeras, incluso en las patas de los camastros.

Mientras no puedo alejar mi mirada, ni ocultar mi sonrisa cada vez que uno cae torpemente de una raíz o siente un movimiento brusco y se esconde cual guerrero paranoico, me pregunto ¿cómo puede alguien seguir leyendo un libro cuando esta maravilla de la naturaleza está sucediendo frente a sus ojos?

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