octubre 21, 2011

De pactos zombies y donación de órganos

"¿Tu donarías tus órganos?", "Claro, todo", me miró impresionada, con los ojos llenos de culpa. "Cuando me operaron no firmé la forma para donar mis órganos en caso de que no despertara, tuve miedo", me dijo; la entendí, pero le perdí el respeto. Le conté la historia de mi padre, como me asusté cuando se me desmayó y vomitó en su oficina, como se le llenaban los ojos de lágrimas de vergüenza, como estuvimos en negación, como le dieron tres meses de vida, como cada visita al médico terminaba en hospitalización, como lo vi delirar y perder 30 Kg en semanas, como quise darle mi riñón y no pude, como me preparé para su muerte, como me dormía llorando, como él escribió un cuento sobre el miedo y la espera, como consiguió un donante, como fue el transplante, como nos desinfectábamos y disfrazábamos para poder verlo, como se recuperó, como volvió a la vida. Ella lloraba, por el egoísmo de querer llevarse sus órganos a la tumba, por haber preferido que se cremaran y los guardaran en una urna en una iglesia fría para que su madre pudiera ir a llorar frente a una lápida con su nombre.

Nunca la volví a ver, y estoy segura que no donaría sus órganos. ¿Yo? Yo cargo mi tarjeta de donador a todas partes para que en el momento en que mi cerebro muera, tomen todo, menos los riñones, esos, bueno... los heredé de mi padre.

Hagamos un pacto zombie y donemos nuestros cuerpos.



Si te dio un poco de culpa o se te movió alguna fibra, aquí el link a la tarjeta de donador y toda la información.