Justo cuando empiezo a sentirme "bien", cuando he logrado entumir todo mi ser y pasar los días sin lágrimas, decido llamarlo. Recostada en la cama individual que me presta Magali, me escondo entre las cobijas y marco su número, sólo para escuchar su voz y llenarme el corazón de su recuerdo, para escucharlo decir cuanto me quiere y cuanto me extraña, para sentirme enamorada de nuevo y al mismo tiempo sentir todo el dolor de haberlo perdido, de haber renunciado a esos sueños, el dolor de extrañarlo todo, de no tener nada más que una voz a miles de kilómetros de distancia que me añora, pero no tiene los huevos de luchar por mi. Lo llamo para hacerme consciente de la pérdida monumental que he sufrido y del dolor que eso me causa. Me obligo a llorar, a sufrirlo todo de nuevo, a extrañarlo, a desgarrarme, a sufrir para recordarme que estoy viva.
Es una difícil decisión, entumirme y no sentir, dejar de sufrir y morirme; o seguir doliendo en el recuerdo y la pérdida, y vivir.
¿O muerta o viva o muerta o viva o muerta o viva o muerta o viva?
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