febrero 15, 2012

Cansada de extrañarte

Despierto triste, cubierta de bruma como la ciudad, cada mañana. Ese recuerdo cada vez más borroso de lo que fuimos, abrazos, llanto, risas, pláticas, baile, más abrazos.

No éramos cirujanos, pero sabíamos desmembrar milimétricamente nuestros corazones con cerveza —y Coca-Cola— en mano, envueltos en mis nubes de humo y su aguda risa. Hablar por horas, sin miedo, sin vergüenza, sin represiones. De amor, de dolor, del futuro, del pasado, de la muerte, de la vida, de nuestras decepciones, de los sueños...

Con nadie nunca más he podido hablar así. Nadie más sabe de mi miedo a morir, de cómo amo, de lo que me duelen mis demonios. Ahora que el silencio nos ha destruido, hablo sola, hablo para adentro, y el eco de mis palabras me devora por dentro.

Y esta máquina de extrañar en la que me he convertido se manifiesta en cada sueño donde intento, sin mucho éxito, revivir ese nosotros que no sé recuperar.

No hay comentarios.: