Viendo el encierro de Pamplona en directo, me tocó ser testigo de cómo un toro cabreado atacó ferozmente a un mozo en la entrada al callejón de la plaza y me invadieron miedos incontrolables que me dejaron temblorosa y llorosa.
Para tratar de alejar el sentimiento fui a la cocina por agua y el gatito para estrujarlo y darnos cariñito, sólo para encontrarlo atacando ferozmente a un pobre grillo. Al menos a ese logré salvarlo y ayudarlo a escapar por la ventana.
Demasiada violencia para la madrugada de un sábado :'(
Con esas horribles imágenes, al menos me di cuenta de que, a diferencia de lo que pensé antes, no me parezco en nada a un toro de lidia y, definitivamente, tampoco soy un gato.
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